30 de marzo de 2010

Cree en tus sueños y tus sueños creerán en ti

No era la primera vez que soñaba eso. Rainha llevaba años con un sueño que casi podía predecir. Esa noche ella sabía que el sueño la volvería a visitar. No le gustaba. Se recostó y espero a que el cansancio la venciera, fue cuando empezó.

Unos cánticos la habían conducido a un cuarto antiguo y abandonado, abrió la puerta con una llave que había encontrado en el buró de su abuelita. Al abrir la puerta los cánticos seguían, no era cualquier cántico. No. Más bien se oía como la voz de un niño triste. Dentro del cuarto los muros tenían el tapiz descarapelado por el tiempo y percudido por el polvo. Había muchas cosas en el suelo que no lograba identificar porque la luz entraba de manera irregular por las cortinas rasgadas. Recordaba que en algún momento, la abuelita le había pedido que no se acercara al cuarto, pero no recordaba por qué. El sueño era tan vívido que lograba percibir aromas. El cuarto olía a humedad, a encerrado y a polvo acumulado. Se veían objetos con brillos dorados por todos lados, pero ahora que lo pensaba bien, no recordaba qué era todo eso. Sus ojos trataron de habituarse a la poca luz que entraba. El cántico continuaba, pero ahora más bajo, dudó que la voz proviniera de ahí, pero aunque era más bajo era mucho más claro. Sabía que eran palabras pero no lograba distinguirlas porque se oían distorsionadas como un disco tocando a menos revoluciones. Sintió una presencia dentro del lugar y abrió bien los ojos para lograr distinguirla. Vio una silueta que se aproximaba y sintió miedo, quería gritar y salir corriendo, cerrar el cuarto y no volver jamás, pero la curiosidad era mayor. La silueta se aproximó lentamente, la miraba y seguía cantando. Cuando la silueta se aproximó a la luz, la pudo ver más detenidamente: era un niño con piel como cerámica, como un querubín renacentista, pero con una mirada triste y perdida y con un aspecto tan viejo y mohoso como la habitación. La silueta alargó la mano y con fuerza arrastró al Rainha dentro del cuarto.

En ese momento Rainha despertó gritando. El corazón le latía muy fuerte y el sudor escurría por su frente. Abrió los ojos lentamente y se vio en un cuarto oscuro, con el tapiz descarapelado y percudido, las cortinas rasgadas y el olor a moho. Se miró las manos detenidamente, estaban verdosas y sucias, olían a viejo y eran frías como cerámica. Algo la había despertado. Sintió rabia al ver que alguien había abierto la puerta y había dejado entrar la luz. Con furia se aproximó a la puerta, y arrastró hacia la oscuridad a la niña de ojos vivos y curiosos.

17 de marzo de 2010

MANUAL BÁSICO DE SUPERVIVENCIA PARA ZOMBIES

(Consejos prácticos y tips en caso de emergencias y escasez en general)

Capítulo XX: Los alimentos humanos ¿cómo consumirlos en caso de escasez de cerebros?

Parte V. De las golosinas y otros alimentos ricos en azúcares.

LA SANDIBROCHA

1. El producto Sandibrocha puede ser encontrado en la mayoría de los centros comerciales humanos, en la sección de dulces. Estas vienen empacadas en bolsas de celofán (que es un plástico tranparente) de 50 unidades. No consumir, ya que puede haber obstrucción traqueal y la probabilidad de deglutir apropiadamente disminuye considerablemente.

2. Se procede a abrir la bolsa. Se utilizan las manos para este propósito. En caso de carecer de ellas, se pueden utilizar los pies, los dientes o las manos de otro zombie cercano.

3. Se extrae la paleta del interior de la bolsa. (Este proceso sólo requiere de la toma de decisiones, ya que hay 50 posibilidades, pero por lo general, sólo se puede comer una paleta a la vez.)

4. La paleta es un caramelo con un palito (sí, así como los zombies empalados que hay en las afueras de la ciudad). Estos caramelos en su mayoría tienen una envoltura, no comestible, de celofán que se procederá a retirar.

5. Retirada la envoltura, el siguiente paso es aproximar el caramelo a la boca o la cavidad que se tenga por boca. Para ello se necesitan manos y dedos, en caso de no tenerlos, ver la sugerencia del paso 2. Poner especial atención al acercar el caramelo, ya que debe estar en la posición correcta, ya que si se toma de manera inversa, el sabor no será el mismo.

6. La paleta se consume a base de lengüetazos y a veces, mordidas. Dada la naturaleza de esta paleta, no se recomiendan las mordidas, a menos que se tenga cerca un vaso de agua, ya que contiene un polvo altamente picante que puede dañar las ya sensibles mucosas bucales.

7. El proceso es simple, se chupa la paleta hasta que ésta se consuma por completo, quedando sólo el palito. Si apetece, el zombie puede comer el palito también. No se han reportado malestares ni reacciones secundarias por el consumo de este artefacto que sostiene al caramelo.

8. Las consecuencias del consumo de este caramelo que han sido reportadas son la salivación extrema, aumento en el fluído nasal, sed intensa, aumento de temperatura, ligero malestar estomacal y en ocasiones, zumbido en las cavidades donde están los oídos.

Así que, zombie, si te encuentras en una crisis de alimentos, escasez de masa encefálica, los humanos se han extinguido o te ha costado trabajo encontrarlos, la sandibrocha o cualquier caramelo es la solución temporal a tus ataques de hipoglucemia y violencia contra tus congéneres.

5 de marzo de 2010

¡Ahí les va uno de Podridos!

Hacía un tiempo ya que no se veían. Tal vez semanas, tal vez más. Ahora se reunían para platicar los nuevos rumbos que sus vidas habían tomado. Ambas sabían que esto de empezar a vivir fuera del nido no iba a ser fácil.

Tiburcia había invitado a su hermana a pasar unos días en su nueva casa. Aún las cosas no estaban en orden, y Tiburcia parecía aún agobiada por la multitud de tareas que tenía que llevar a cabo en su nuevo hogar. Antes de que Anacleta llegara, Tiburcia decidió que era momento de arreglar un poco y limpiar toda la casa. Toda una mañana la dedicó a sacudir, barrer, trapear y ordenar los tiliches que se escondían en todos los rincones. Fue una tarea ardua, pero como siempre, al final de esos quehaceres del hogar, Tiburcia volteaba y con gran regocijo y orgullo veía como su casita brillaba de limpio. Le encantaba el olor a cloro mezclado con el limpiador de lavanda. Se respiraba un ambiente fresco y limpio, pero… algo la inquietó en ese momento. Lo había olvidado, había olvidado ése olor que la molestaba tanto desde hacía unos días. Era un olor desagradable y penetrante. El cloro no había logrado quitar el molesto aroma. Tiburcia llevaba días buscando la fuente de ese olor, pero no lograba hallar el origen. Mientras más lo olía y más lo pensaba, el olor se hacía más intenso.

Llegó la hora acordada para la visita. Tiburcia estaba lista para recibir a su hermana, aunque el olor aquel la seguía inquietando. Tocaron a la puerta. Al fin, las hermanas se encontraron, y charlaron y se dirigieron a la cocina a preparar juntas algo para comer. En ese momento, Anacleta abrió la puerta donde se encontraban las ollas, y sacó una pequeña cacerola que se disponían a usar para preparar la pasta. Cual no será su sorpresa al encontrarse algo verdoso y viscoso, casi vivo al fondo de la pequeña cacerola. El olor, aquel olor tan molesto para Tiburcia, se multiplicó cientos de veces y llenó la casa con su inmundicia.

Con cara de disgusto Tiburcia dijo: ¿Cómo llegó eso ahí? ¡No es posible! – Pero en su interior ella lo sabía, no lo había olvidado, hace un mes había preparado puré de papa de cajita y guardó la cacerola con la esperanza de que éste se desintegrara y desapareciera. No fue así. Su incapacidad para llevar las riendas del hogar se había desintegrado, no así el puré.