18 de julio de 2012

El retrato

Llego al estudio fotográfico a solicitar unas fotos: tamaño infantil, a color, ese era el requisito. Nunca me ha gustado mucho eso de irme a tomar fotos de estudio, pero bueno. Me indican que me siente en un banquito y me preguntan si quiero el fondo blanco o gris (a mi me da lo mismo, pues), me decido por el blanco. 

-A ver, quítese los lentes.-
- ¿Los lentes? ¿qué reflejan mucho?- 

Tuve que quitarme los lentes que son parte importante de mi personalidad, aparte sin lentes siempre entrecierro los ojos y parece que me estoy durmiendo. Me los quito y trato de abrir bien los ojos porque el fotógrafo ya apuntaba el objetivo hacia mi. Total que cuando los ojos se me empezaban a cansar de estar abiertos como platos soperos, es cuando el fotógrafo decide disparar, así sin avisar, sin siquiera decir "Mire al pajarito", nada. Sólo ví el flashazo y ni tiempo me dió de sonreir.

-Salió bien, no se preocupe. En quince minutos puede venir por sus fotos.- 

Regreso por mis fotos, después de un tour que di por las tiendas aledañas, y miro con gran decepción mi imagen: he tenido fotos malas, pero éstas ¡han sido las peores! Parezco acabada de despertar, los ojos diminutos y algo despeinada.  A ver mañana cómo me va a la hora que las presente para los trámites que debo hacer. ¡Pfff!

Ya de camino a casa, con mis horribles fotos en mano, sólo pienso en Cantinflas y Chava Flores.






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